Arquitectos de la vida - El encuentro - por Esteban Vargas


 

El encuentro


Recién me animo a escribir sobre esta experiencia, etapa de mi vida, viaje de conocimiento, acercamiento a lo divino, incorporación al absoluto. En fin. Cuantos conceptos, todos de mucho nivel creo y, a la vez, todos insuficientes para describir una experiencia cumbre, además de sobrenatural e insólita. Pesaba la experiencia vivida, cuando contaba en caliente lo que vivía en cada toma a gente cercana, y en sus ojos leía la preocupación, la ignorancia, el descreimiento. Esos intensos e irrepetibles días hable mucho sobre el tema, hasta terminar agotado y alejándome de ese río de vida. Hasta que llegó un momento, en que me descubrí repitiéndome, como si ya no supiera de que hablaba, como si le hubiera pasado a otro. Entonces, opte por callar.

Había oído del ayahuasca desde los ochentas, y siempre me había llamado la atención. Era como si se prendiera una lámpara en algún lugar de mi cabeza, pero no pasaba de ser una curiosidad, otra droga más para probar. Me decía: primero probare LSD que es más suave, como para ir preparando el cerebro...además, no aparecía la oportunidad de experimentarla, incluso dudaba que fuera algo real. Así fue pasando la vida. Droga, trago, droga, en el camino algo de trabajo, algo de amores, algo de viajes, un poco de todo, y siempre como describía el poeta Eielson, mucho miedo en el corazón. Me enredaba en las sedas perfumadas y alambres de una vida hedonista, mis amigos íntimos me llamaban el sibarita, y lo tome como una bandera existencial, totalmente valida dicho sea de paso.

Tome ayahuasca por primera vez (en dos oportunidades) en el verano del 97, quería experimentar y ver algo de las cosas maravillosas que había escuchado se veían con este brebaje alucinógeno, como creía en esos días.

No recuerdo un gran efecto. Vi los anillos concéntricos a manera de huellas digitales (después sabría que eran una suerte de puerta de entrada), y luego un viaje visual fantástico, con caleidoscopios que se proyectaban en algún lugar de mi entrecejo, uno tras otro, llenos de luces y colores. Luego el efecto fue pasando, y se instalo una sensación de paz profunda, riquísima, como no recordaba haberla sentido jamás.  

Según me dijeron, el ayahuasca trabajaba al interior de uno, una vez que se establece contacto con él no te deja. Al poco tiempo termino una relación amorosa, curiosamente sin mucho drama y, pocas semanas después, viaje de improviso a trabajar al sur del país, dando inicio a una vida de viajes que hasta ahora, más de 20 años después, no ha cesado.

Nuevamente corrió mucha agua bajo el puente. Como dos años después, Yo y mi cabeza loca, andaba enamorado de nuevo y enredado con el alcohol y la cocaína. Tocando fondo, brutalmente enganchado. Tenía trabajo, alternando jornadas de campo y Lima. En el campo todo era trabajo, esfuerzo físico, metas a cumplir, problemas resueltos diariamente, todo vitalidad. Llegando a Lima, desde la primera noche, todo era alcohol y cocaína, de boleto por varios días.

Era muy difícil prescindir de las drogas, porque todo los días había gente que llegaba a casa con cocaína, yo ponía el trago, otros los cigarros y los tronchos y, otras y otros solo la nariz y la mala onda. 

Vivíamos en la Quinta Reducto, en pleno corazón de Miraflores. Nunca hubiera sospechado que existía tan bajo nivel y tanta marginalidad en ese barrio. Afuera de mi casa, junto a la farola, fumaba pay hasta el serenazgo encargado de la seguridad del barrio.

Mi vecino era narco y venia con 5 o 10 gramos cada noche. En la casa del frente, una noche la policía rompió la puerta y se llevaron a un pata que resulto ser interprete de la mafia rusa y, cada tarde, como a las seis, nos tocaba la ventana de la sala un vecino pastrulo que, nos ofertaba un troncho a un sol, como quien vende revolución caliente o chapanas. Me sentía cercado, ya ni reía creo, como decía Donne, nadie sonríe en el carro que lo lleva al patíbulo.

La salida vino con ayahuaska. Empecé a vivir conscientemente por primera vez, renací a los treinta años, me limpio y ordeno, me diseño de nuevo.

En la casa de Pío, que también era su consultorio de psicoanalista, en la Bajada de Baños de Barranco, en cuya puerta había una planta de toe blanco, siempre en floración, pase momentos altamente dramáticos, y también de los más bellos, de arrebato místico, de encuentro con lo Divino, pienso que por primera vez en mi vida, conscientemente. El trabajaba junto con Antonio, shipibo, rápido como todo nativo, acriollado, gracioso, mosca, bromista, enérgico, loco, la verdad que siempre fue un cague de la risa, y a la vez cuando me curaron, muy cálido, muy fraternal.


Muchos de los que acudían a la casa, eran adictos, problemas mil en la cabeza, en el corazón y, de pasadita, cocaína y alcohol. Todos acudíamos por ayuda, y vaya que la recibimos. Como decía el padre Vicente, los ayahuasqueros llegamos a ese camino no por ser vidas ejemplares precisamente, sino porque en algún momento nuestros caminos se complican, llegamos los más pecadores, los perdidos.

Fui la primera vez en una mezcla de ansiedad, descreimiento, apatía, soberbia, necesidad, todo junto y revuelto. A la defensiva. Poco antes, a media tarde, en la casa de Quinta Reducto, el vecino nos tentó con una bolsa de cocaína. Previamente el había manifestado su deseo de ir, pero cuando lo fuimos a buscar, nos recibió armado, y sacó la bolsa diciendo, nos metemos esto y vamos así para alucinar más el ayahuaska. Nuestra desesperación fue nuestra salvación, o acaso fuerzas superiores ya acudían en nuestra protección. Nos miramos, luego miramos su cara de esclavo de fuerzas oscuras, al unísono nos despedimos de el y nos fuimos para Barranco. A tomar nuestra purga. 

Pio nos atendió un rato y nos invitó a quedarnos. Asentimos, y empezó a llegar más gente. Allí empezó una lucha interior de pensamientos confusos y rabia, me encerré en mi mismo, me irritaba conversar con nadie, estaba como avergonzado, asado, me quede dormido un rato.

Cuando desperté, habían ya diez a doce personas, y seguían tocando el timbre, se lleno la salita. Antonio llego apurado, con su casaca marrón de cuero, con lentes, serio, atareado. Ipso facto saco una damajuana y nos sirvió a cada uno. Apagaron la luz, algunas personas cuchicheaban aun, mientras empezaba la mareación. Me mentalicé antes de tomar, me puse instintivamente el vaso en la frente, pedí sanación, claridad, bien, dije salud y tome del vasito.

El amargor es indescriptible, casi lo devolví en el acto. Me permitieron tomar un vaso de agua, y me recomendaron prender inmediatamente un cigarro, para tapar el amargor y encaminar la mareación.

Al rato, sentía que la cosa se ponía cada vez más seria. Era diferente (siempre es diferente), que las dos tomas con Guillermo. Me sentía en peligro, el ambiente estaba lleno de gravedad, los icaros de Antonio me sobrecogían el alma, los cantos de Pío me otorgaban tranquilidad. Cada vez entraba con mayor velocidad a un espiral, o a un sistema de espirales, cada vez tenía menos aire para enfrentar las oleadas de emociones, pensamientos, visiones, sentimientos, que me copaban. Como venía lo enfrentaba, cada vez más intensamente, me sentía fuera de este mundo. No lo podía controlar, era completamente consciente de todo lo que pasaba, y el otro mundo, la otra dimensión, estaba tan presente como la usual, y eso me asustaba, me asustaba mucho.

Luchaba contra ese miedo, sentía un abismo espantoso, lo absolutamente desconocido. La gente empezó a vomitar, algunos se quejaban un poco, Pío y Antonio conversaban entre ellos, luego preguntaban a alguien como se sentía, sus palabras eran directas, se sentían como bolas de fuego, energía pura, a veces (me paso varias veces después), al escucharlos el paciente, inmediatamente se venía en vómitos, a purgar.

Pasaba el tiempo, supongo, porque después de los primeros 45 minutos o una hora, había perdido totalmente el sentido del tiempo. Seguía sentado, agarrándome la cabeza con ambas manos, mientras ingresaba cada vez más dentro de ese mundo desconocido. Abría los ojos y, la negrura de la sala, contrastaba con el fulgor de los cigarros, y una entre-luz que entraba por un resquicio de la ventana; a veces era todo silencio, veía sombras, más gente de la que había, cosas extrañas, todo muy difuso.

En un momento sentí que ya no podía más. Busque desesperadamente pararme, lo cual fue materialmente imposible. Alguien me alcanzo un balde, y vomité como un condenado. Había un sólido que salió de mi garganta, de mi estomago, de mi boca, casi me asfixia por lo grande, y luego salían como tirabuzones de algo, y luego algo de vomito, de ayahuasca recién. Cuando mire el balde no vi nunca esos sólidos que salieron de mi cuerpo; recuerdo que cuando vomitaba, y hacia ejercicios desesperados de respiración, Antonio me miraba fijamente (supongo, porque yo solo miraba el balde), y decía en voz alta, “umm valiente el hombre” mientras yo me atragantaba de cara al balde. Siempre fui ruidoso pero eso fue todo un escándalo.

Cuando termine de expulsar, no pude ni pararme, prácticamente me desplome en el sofá. Me dijeron después que había expulsado una bola negra. A mi costado un hombre retiro con una mezcla de temor y asco su pierna, cuando deje el balde en el suelo. Pío prácticamente me ordeno que botara los restos al baño y lavara el balde, así que me dirigí allí. Me vi en el espejo, diferente, despejado, mi mirada tenía una gran serenidad y fortaleza, me gusto mucho a quien vi. Sentía agradecimiento, algo muy feo había sido expulsado de mi ser, sentí mucho el apoyo de mi pareja, también sentí temor, e hice causa común cuando ella enfrento sus problemas, también fue fuerte, aunque algo menos escandalosa que yo.

Cuando regrese me ayudaron a llegar al sofá, mis músculos estaban completamente sedados, me sentía muy feliz, claro, lucido, muy orgulloso, contento conmigo, después de haber estado tan loco, tan destructivo, tan huevón.

Dos días después, dejamos definitivamente la casa de marras, y cortamos con un ambiente profundamente hostil y decadente. Atrás quedaron los vecinos con cocaína, las leídas de tarot fumando pasta, las cocainómanas que practicaban magia negra, los vagos pastrulazos, los intérpretes de mafias narco rusas, los ansiosos que al caer el sol, justo en el medio del atardecer, tocaban la ventana de la sala y, ofrecían un troncho a un sol, como si fuera pan carioca.

Los días siguientes seguía fumando yerba, cocaína no volví a buscar, pero estaba tomando y fumando mucho. Me iba a tomar a los bares de Barranco, a bailar solo, a embotar los sentidos con alcohol y yerba, totalmente ansioso. Sentía que me faltaba más.

Llegaba Antonio a Lima y tome dos veces en esa oportunidad. Cada vez las tomas eran más potentes, me sentía mejor, no fume más yerba después de la segunda vez. Sentía que avanzaba, con mi chica las cosas empezaron a ir mejor, todo era más reflexivo.

La cuarta vez fue la definitiva, ni tenía idea de lo que ocurriría. Fui solo desde casa, tome un microbús a Barranco, y en el camino mi cabeza loca hervía. Pensaba: Y si estos huevones nos están estafando, si todo no será más que un cuento, si puta, no son capaces de tomar este don como servicio a todos, y los que no pueden pagar 50 soles cada noche, no tienen derecho a curarse?, cada vez que pensaba, me enfurecía más, mi cerebro era una máquina llena de odio, furia, locura furiosa, negativa totalmente, con mucha fuerza, con descreimiento feroz, militante.

Quería abandonar todo, quería vacilarme, ir al mundo real, adonde nadie cree en nadie, a aprender cómo se mueve esa huevada, creo que hasta a seguir metiéndome drogas por deporte. Converse algo con Pío, pensé algo más tranquilamente pero seguía muy incomodo, llego más gente, llegó Antonio, y esa fue la noche de mi exorcismo.

Tomé ayahuaska como de costumbre, tomaron todos, apagaron las luces, y Antonio comenzó rápido a cantar. La mareación se vino con fuerza.

Ruysen Flores
No recuerdo el detalle (cada vez se me olvidan más) de esa noche tan llena de todo, la noche más importante de mi vida, y eso que hay varias noches estelares, pero esa fue la más importante. Empecé a profundizar con una inteligencia desconocida, que nacía en mí, pero se nutria de una fuente/corriente cósmica, total, inmensa, indescriptible. Demasiada belleza. La lógica más pura, es a la vez, la construcción más bella y armónica. No hay palabras, solo mantras, oraciones o mándalas pueden llegar a describirla.

Un rato después, resistía una tras otra oleada oscura, todo era oscurísimo, no había luz, y si mucha aflicción, dolor, desesperación. Un infierno. Hacia allí se dirigieron mis caminos en algún momento de la vida, eso lo veía claramente con ayahuasca, con mucho detalle que nutrió mi entendimiento. Lo realmente importante persiste, sobre la anécdota y la descripción, persiste porque es esencia.

Cada vez más debilitado, suspiraba, ya no soportaba, era demasiado. Por ratos, llegaban oleadas de energía sanadora en mi auxilio, visiones de poder, de resistencia, de fé, muy fuertes, junto con los icaros. Hubo una en un tiempo prehistórico, muy remoto, vi a Pío y a otro hombre que podía ser Antonio, o quizás yo, con lanzas y vestidos con pieles, con expresión de ferocidad y decisión en cada músculo de su cara y en la postura del cuerpo, observando un territorio enemigo, evaluando con inteligencia, dirigiendo su energía y su causa. La imagen me impacto, tuve la certeza que ese era mi arquetipo, el hombre común, sencillo, que enfrenta y lidera su supervivencia, contra todos los obstáculos, sin ser coloso, ni poderoso. El hombre y su circunstancia, su destino.

Esteban Vargas
La lucha continuaba más intensamente, copaba todas las moléculas de mi cuerpo y del espacio, cada átomo. Vi lagunas y, gente ataviada con una gorra de cuero negro ceñida a la cabeza en vehículos acuáticos, surcando una laguna con luz de cielo brillante, a la vez día y noche.

Hubo un momento en que mis sofismas, mis razones, mi edificio de ideas y muy poca acción se vinieron abajo estrepitosamente. Confié únicamente en el canto de los maestros, en los icaros que me llevarán a buen puerto  Cuando miraba alrededor me parecía estar entre muertos, todos estáticos, no movían un solo músculo, no volaba una mosca, solo la respiración de cada uno y un sonido inexplicable que no sonaba.

Recuerdo vagamente el momento decisivo antes del cambio, en que me sentí insoportablemente mal. ¿Qué cosa ví? no lo recuerdo. Era como si la adicción tomara forma visible, en más de tres dimensiones. La visión era insoportable, espantosa, terrible y asquerosa, tanto así que quedo luego borrada gráficamente de mi mente, o fue que salió de mí esa noche. Solo recuerdo el pánico y el asco que, me hicieron vomitar a pesar del mucho miedo en enfrentar esas sensaciones que salían de lo profundo. Porque cuando vomitas, es decir cuando expulsas, si has seguido una dieta estricta, sale lo que no es tuyo y lo estas cargando y tienes que botarlo de tu vida. Es la purga del sistema energético.

Agarre mí balde con vigor, enfrentando, nunca en una posición pasiva. Repentinamente supe que ese era el momento del enfrentamiento, que en ese mismo instante estaba enfrentando al enemigo, que allí mismo tenía que sacarlo de mi camino, de mi vida. Se daba (o repetía) una batalla que venía de un tiempo muy antiguo y, que además, se me había revelado una noche de comienzos de los noventas, con Lima asolada por la guerra interna y la amenaza de los coches bomba, saliendo de ver una pelicula en la filmoteca del Museo de Arte con Erik, amigo con quien compartíamos por esos años, una sensibilidad especial y un hastío tremendo. En un momento de silencio, en una de tantas conversaciones profundas y sentidas, se me reveló que en mi camino me esperaba una gran batalla, contra todo eso que desde niño, casi desde el nacimiento, quería impedirme ser.

En un momento, tenía algo atravesado en la garganta, no salía, y me hinchaba el estomago. Me preocupe mucho, mientras seguía en arcadas, escuchaba los cantos de Antonio, de Pío, que retumbaban en la sala. No sabía que pasaba, estaba totalmente confundido, solo luchaba por mi vida. Todo mi caudal de fuerza había sido invertido, toda mi intención, ímpetu, valores, todo lo que humanamente tenía, nada era suficiente. No podía seguir sosteniendo mi vida. Mi corazón se apagaba, mi cerebro explotaba. Solo agarraba el balde, toda mi fuerza en los brazos, en los hombros, en el impulso de vomitar, y en respirar, en absorber todo el aire del mundo.

No eran pensamientos ni imaginación, era la realidad. Mi cuerpo, mi ser, no resistían más, llegaba el fin. Ya no tuve miedo, solo seguí luchando sin esperanzas de nada. Cuando todo está perdido ya no hay miedo, hay resignación y hay esencia.

En el instante en que comprendí que no había nada que hacer, con mis pulmones que se comprimían como una bolsa al vacío y me invadía un sopor delicioso, como apoyado en algodones, me encomendé a Dios, en quien hasta ese momento, no creía, ni siquiera pensaba, me encomendé a EL, pedí ayuda, salí de mi orgullo estúpido, pedía ayuda desde mi corazón, por la gente que quería, por todo lo bueno que había hecho y/o perseguido en la vida, por la vida, le pedí que por favor me ayude, y no recuerdo más. Solo el momento que mi respiración dejo de funcionar, que mi cerebro se apago por falta de oxígeno. Solo.

Regrese. No se de donde y de repente. Recuerdo el movimiento de retorno de mi columna, cuello, cabeza, y cara, expulsando ese sólido, regresando de botarlo, en el preciso momento que salía definitivamente de mi ser, y mi cuerpo simbólica y físicamente retornaba a su eje, al Yo Interior, al que empecé a conocer aquel día.

Marc Chagall
Estaba aturdido, de manera similar a como se regresa de un desmayo, solo que multiplicado por cien. Lo que siguió a eso fue inexplicable, no tengo palabras, no puedo expresarlo. Algo se manifestó vívidamente, me habló, me explicó, me guió, nutriendo mi entendimiento, habló a mi ser entero no solo a mi cabeza. Luego, desde la nada surgieron emanaciones luminosas, de colores, que caían sobre mi y todos los presentes. Alguien que no estaba en este mundo y que conocía, me acompaño arrodillado pidiendo por mí, un perro que no estuvo, paso por mis piernas y por las de todos los que estaban cerca. Lloré de felicidad, no podía ser cierto pero lo era, todo era tangible, entraba y salía del estado de ensoñación, y los seres seguían allí. La adicción fue solo uno de los espectros que volaron esa noche, el ayahuasca actuó más profundamente que ello, fue a la esencia de la vida, con ella me reencontré. Bien dicen que es la serpiente cósmica de la vida, bien dicen que en el ayahuasca el postre viene al final.

Salimos antes de la siete de la mañana, una mañana húmeda y brumosa del inverno limeño. Subimos por Bajada de Baños hacia el antiguo mercado de Barranco en la avenida Grau, tomamos jugo de papaya, conversando alucinados sobre lo que había pasado esa noche, no lo podía creer aun, estaba anodado, emocionado, asombrado. Caminamos hacia el mirador del final de la calle Saenz Peña, a observar el mar. Del cielo caían chorros de energía a manera de rayos, de manera continua, muchas líneas que conectaban la atmósfera, el cielo con el mar, así se debe cargar la tierra de energía cósmica pensábamos. Era una visión de la creación, tan emocionante como ver el amanecer en tres cruces en Paucartambo. Esa fue la energía del inicio de una nueva vida, cambiaron mis costumbres, ame el día y el sol, empezaba un largo camino, de idas y vueltas, con y sin la planta que no cesa y que (lo se), me aguarda con nuevo conocimiento.

La planta es muchas cosas, pero principalmente es medicina y me planteo la tarea de mejorarme sin ayuda.  Cuatro o cinco años después, sentí en lo profundo que ya no me daría mucho más, que me tocaba ir al mundo sin ayuda y después de vivir lo que era y es mi curación, llegar a vivir con plenitud, con plena conciencia. Adrede pospuse una nueva toma por varios años,  necesitaba vivir sin ella, para entender lo siguiente, enfrentar los enemigos de siempre, la no resolución, los proyectos inconclusos, la sensación y la tentación del fracaso. Llegare o no llegare a entender el proceso y el propósito de la vida, igual queda ese entendimiento que empezó aquella noche con la madre ayahuasca, quien tatuó en algún lugar de mi alma las palabras felicidad y amor, para que no se me olviden.

1 comentario:

  1. Muy, pero que muy bien escrito. Me allegro de haber conocido tu blog.Ojalá algún día reuna el valor de hacer una toma de ayahuasca.
    Un saludo y un abrazo.

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