El inobservado es aquel que se mezcla
cada día a la multitud sin que ella se
de cuenta de su presencia.
Casi siempre habitante de grandes
ciudades o capitales, en los pequeños centros seria individuado rápidamente,
conduce una existencia aparentemente semejante a aquella de todo el resto del
mundo.
Trabaja, lleva los hijos a escuela, paga
sus cuentas, si puede, va al restaurante o al cine. Maneja, se va de compras, al
teatro o a la cancha.
Junto a estas actividades consideradas
normales, el inobservado, haciendo fuerza precisamente de ésta condición, se
toma la libertad de hacer también otras cosas. Protagonista de encuentros
clandestinos, de color sentimental-físico, de reuniones ocultas de carácter
laboral o de negocio inútilmente finalizadas a mejorar su propia condición
económica o de carrera, reuniones lúdicas con amigos delante un tinto o
compartiendo alguna pitada de los cigarrillos que hace sonreír.
Pasa rápidamente éstas medias horas como
si fuesen micro-vacaciones, sin tomar un avión o un tren, luego, el inobservado
vuelve a su rutina sin dejar filtrar nada al mundo que lo redondea. Todo fluye
en el océano metropolitano sin que el lícito o el ilícito suban a la superficie
como si fuese un organismo unicelular depositado sobre el fondo.
El inobservado permanece tal normalmente
hasta que alguno de sus pequeños crímenes no viene descubierto y entonces, en
aquel caso, puede volverse un inesperado protagonista de algún clamoroso hecho
de crónica que remueve el aceitoso mar ciudadano.
Si queda discreto y atento, él, seguirá
para toda la vida a esconder sus pecados confundiéndose con el cotidiano
acontecer.
Preferiblemente hombre, cuando es mujer
puede cruzar la frontera de la neurosis, y en los casos peores, de la paranoia,
en su configuración masculina une la capacidad de mentir a aquella de
superponer mas actividades simultáneamente para confundir una con otra.
El origen del inobservado no resulta
bien definible, no é fácil de identificar, pero si uno quisiera definir su retrato,
podría ser el siguiente: macho, edad entre los 35 y los 45 años, estudios
universitarios, profundo conocedor de los efectos de alcohol y substancias
ilegales, con gran capacidad de mimetismo.
El inobservado logra estar en una
dimensión sin tiempo, propio justo en el medio de su desarrollo más frenético y
telúrico: el aglomerado urbano.
No deja huellas, no deja olor, sale de
los esquemas para luego regresar velozmente, un instante antes de que lo
agarren.
El inobservado con sus secretos horribles,
inocentes, inconfesables y quizás similares o los nuestros……
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