Arquitectos de la vida - La Planta - Esteban Vargas

El ayahuasca (Banisteriopsis caapi), es una planta maestra (no de alucinación, no se te aparece, generalmente, nada en frente tuyo), que actúa a través de la ampliación de la conciencia.  Es vulgarmente conocida aún, por ser una planta o bebida “alucinógena”, lo cual es completamente un error, tan error, como la mala traducción (por error de cosmovisión de la cultura occidental al hacer una mala traducción) del quechua que la hace llamarla soga del muerto.
El efecto de visión, corresponde a otra planta, generalmente la chacuruna (Psychotria viridis) que permite ver, visionar, interpretar los mundos o dimensiones a donde el ayahuasca permite ingresar (de acuerdo a la etnia y región, se usa también el toe – Brugmansia suaveoleons – mezclada con ayahuasca o sola). 
El ayahuasca permite a través del estado conocido como mareación (ocasiona un mareo pronunciado, con dificultad de mantener el equilibrio físico), percibir otras dimensiones de la existencia, a la vez que mantener las tres dimensiones usuales, por lo cual, algunos lo definen como estar despierto y dormido al mismo tiempo, ya que la parte consciente del cerebro funciona de manera simultánea con la inconsciencia, el espacio de los sueños. De allí su nombre, aya, palabra quechua que denomina el mundo existente después de la muerte física (y no muerte, ya que en el quechua se usa wañu para denominar la muerte física) y huasca (soga, liana en castellano) que es a la vez descripción de su forma física (ya que es una liana que se enrosca a manera helicoidal), a manera de soga o puente al mundo de los muertos, el mundo del espíritu, de lo no físico o más allá[1].
Entonces lo que se ingiere es una mezcla de ambas plantas, cuyas proporciones y tiempos de cocción, son manejadas por cada médico tradicional, donde al ayahuasca permite ampliar nuestra ubicación y percepción hacia otros planos o dimensiones de la existencia, al mundo del espíritu; mientras que la chacuruna, nos da la capacidad de visionar e interpretar (hacer entendibles, dotar de cierta familiaridad) a través de las visiones, los códigos y presencias de esos otros planos, sin lo cual su comprensión seria seguramente imposible.
La medicina que tomamos, entonces, dista mucho de tener un efecto alucinógeno, denominación más propia de otros estados, por ejemplo, del delirium tremens del alcoholismo agudo. No se aparece nada que no exista, y la visión se da generalmente (a veces no se puede ubicar tan precisamente) como si tuviéramos un televisor en la mente.

Se ubica en las antípodas de las drogas recreativas, con cuyo uso se evaden realidades opresivas o traumáticas en lo profundo. Efecto diametralmente opuesto al ocasionado por la ingesta del ayahuasca, que lleva directamente a enfrentar situaciones traumáticas archivadas en lo profundo del alma o inconsciente (como prefieran llamarlo), trabajando activa y potentemente en el perdón, en el sentido más amplio de esta acción. No genera nunca adicción.




[1] Al respecto, el Dr. Pio Vucetich Nuñez del Prado medico ayahuasquero y psicoanalista con amplia experiencia y estudios en el tema lo explica claramente en una conferencia dada el año 2014 en la universidad abierta de Barcelona, que se puede apreciar en el siguiente enlace: https://youtu.be/J4rT-eVFA28.

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