El Olvidado - por Vittorio Testi

TRILOGIA DEL MAR MALVADO
1 - EL OLVIDADO
La tiniebla era muy espesa, la humedad y el frío pinchaban la piel entrando en el más profundo de los huesos, en aquella mañana de noviembre cerca del Portico dei Servi, en una Bologna triste y obscura de aquel otoño italiano del 2009.
La tradicional jovialidad y alegría emiliano-romagnola, del pueblo de su capital, había cedido el paso a la rabia y a la incertidumbre dependiente por la crisis económica, que había transformado la itálica península de un país desarrollado a un decadente doble de si mismo. El desempleo, la inseguridad y la política de fin del imperio, transformaban las oscuras sombras de noviembre en algo aun más siniestro e inquietante.
Alfio Brazzini había apenas llegado a la estación ferroviaria, envuelto en un anónimo cortaviento beige, y caminaba sin una meta en las cercanías del Portico, buscando un lugar cualquiera en donde poner algo debajo de los dientes. Alfio venía desde Roma, lugar que despertaba en él recuerdos, de todos modos, inolvidables. Justo delante la taquilla de la estación de Termini le dijo al indolente empleado en la ventanilla: “Bologna solo ida, gracias”.
No tenía nada que hacer en Bologna, era la primera ciudad que le había pasado por la cabeza, sin un porqué.
Pero Alfio no vivía en la Ciudad Eterna, había llegado 24 horas antes desde Sur África. Ahí puso su hogar, 10 años atrás, debido a que se había casado con una mujer de Johannesburgo con la cual trajo al mundo tres nenes hermosos.
Esposa, hijos, casa y trabajo, qué había sucedido para convencerlo a dejar todo y retomar el camino hacia su país de origen? Todos los seres humanos tienen un límite, Brazzini había alcanzado el suyo. Después de una década de compromisos y sacrificios familiares estaba harto y cansado.
No por la forma diferente de pensar o el diverso modo de intender la vida también en sus aspectos más comunes, no, la razón era mucho más simple pero al mismo tiempo mucho más profunda y pesada, Brazzini se había vuelto un “olvidado”.
Olvidado por la esposa comprometida en sus actividades de madre y ama de casa y, tal vez, distraída por otras cosas.
Olvidado por los hijos, ya grandes y cerca de su independencia.
Olvidado en su ambiente de trabajo, probablemente porque no tenía más la gana o quizás la capacidad de mejorar su condición laboral. Alfio estaba delante de un cruce: dejarse ir al olvido del cotidiano acontecer, previsible y descontado, o provocar una fractura.
La fractura, Brazzini, la había provocada separándose de la esposa, besando sus criaturas y haciendo lo que la mayor parte de las personas hace después de muchos años de lejanía, volver al lugar en donde han nacido. Pero una vez regresado a Italia, Alfio no encontró el coraje de ir a su ciudad natal, un pequeño pueblo en la provincia de Turín, porque también ahí, después de tanto tiempo, para los viejos amigos, para la gente era un “olvidado”, y entonces, una vez desembarcado al aeropuerto de Fiumicino había dicho:
vamos a la estación de Termini y luego veremos”.
El olvidado había elegido un bar cualquiera donde nutrirse y, mientras esperaba la comida calentada con el microondas, bebiendo a sorbos un anónimo tinto, impersonal en el sabor y en el color, se daba cuenta de ser olvidado y solo.
Buscando por horas en sus propias miserias percibía que el primero en haberse olvidado de el era el mismo Brazzini.

Pasada la noche en un hotelito cerca de San Petronio después de haber hecho un delirante viaje por bares y cantinas en donde había encontrado personas que no habría vuelto a ver nunca más, la mañana siguiente mientras tomaba el café y, la pastilla contra el dolor de cabeza, amiga de siempre, decidía ir a la Estación de ferrocarril - Bologna Central - para tomar un tren rápido hacia su casa, para quedarse una semana, saludando la familia y los amigos para luego volver a sus únicos amores posibles, porque había entendido que aquello era el único modo para no permanecer olvidado por el resto de sus días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diciembre

Diciembre Un par de amigas metidas en organizaciones de derechos humanos me avisaron - hay tres compañeros de la Universidad del C...