Cinco dedos de furia - por Esteban Vargas

Desde hace algún tiempo la parte más importante de mi vida, es la nocturna. No puedo evitarlo, ni puedo precisar desde cuando, tal vez porque cada vez es más diurna, de tanto proyectarse hasta bien entrada la mañana.

Pocas cosas se comparan a recibir el alba y más allá bailando. Bajando del delirio de las altas horas de la noche, en los locales semivacíos y brumosos, con el espíritu nocturno paseándose entre las mesas, por los claroscuros y las sombras chinescas del amanecer. Es la juventud que no acaba, que muere en su ley.

Algunas veces, contemplo la fiesta desde un estrado en el bar, en las amanecidas de cada fin de semana limeño, del centro de Lima. Allí me siento Yo, es mi territorio. Mirando entre la multitud. Nunca nadie pasa más desapercibido que quien no finge esconderse.

Personajes hay por doquier, yo mismo soy ya un personaje, pocos me llaman Raymundo, para otras solo un viejo mañoso más, de manos veloces, porque, ¿qué sentido tiene vivir sino es para estar persiguiendo un buen culo?.

El sábado por la noche pasado, llegue contento al Bar. Sonaba Midnite, un grupazo, imposible no bailarlo. Era el primer danzante de la noche, estaba contento y enérgico, recién bajado de un viaje por Cusco y Bolivia.

Al rato llego Cindy, una amiga que alguna vez fue vedette, después puta y ahora es seropositiva. Nos encerramos en la cabina de sonido, Yo me prendí un bate, ella se metió dos rayas, luego vino la euforia, bailamos desaforadamente, perreo, merengue, luego Ramones, lo que sea, locos colocados y eufóricos, disfrutando de la vida mientras se puede.

En lo mejor de la noche, entro al bar un blanquiñoso grandote, igualito al gordo de Exploited. Pitucon loquito, drogado y agresivo, abriéndose paso en la pista de baile con empujones y metiendo el cuerpo. - Este huevón va a terminar bronqueándose con alguien ...con tal que no sea conmigo... – pensé. 

El gordo antipático avanzo hasta el escenario, pegándose a las paredes, viendo unos murales de Marcahuasi desde abajo hacia arriba, luego miraba al resto del mundo entre alucinado y desafiante. Me miro, le sostuve la mirada, puso cara de malo y continuo mirando como midiéndome. Me empecé a poner nervioso, pero me dije, baila nomas y fluye, no seas paranoico.

Seguí bailando con Cindy. Pusieron Atrevete-te-te, ella movía la cintura y el culo como poseída por una culebra epiléptica, Yo, hacía lo que podía, que no era mucho, ante tal despliegue y destreza de movimiento y sensualidad de pacharaca de barrio. En medio del bailongo, apareció el gordo chocando a toda la gente, paso por mi costado, rozándome, se puso atrás mío y me metió la mano al culo.

Puta que lo sentí. Yo que bailaba con un vaso de trago en la mano, pare, di media vuelta, sorprendido y vi al conchasumadre con cara de cachoso, desafiante, retándome, como diciendo y ahora qué pues huevón? Qué va a pasar?.

Algo paso. Era mucha huevada ya.

Vi mi brazo desplegarse en un combo directo a la sien, como en cámara lenta. El vaso, brillaba al final de mi mano, reflejando las luces verdes, rojas y amarillas de los reflectores del techo. Alguien apago el sonido del mundo y, una lluvia de cristales multicolor, se nebulizo en el aire. Solo se oyó el crujido del sólido pulverizado. No había tiempo, ni pensamiento, y mientras caían los vidrios, las astillas, aparecían frente a mí, los ojos desorbitados de un huevón entre aturdido y asustado que retrocedía.

Por una fracción de segundo, regreso el pensamiento diciéndome  -si dejo que se rearme me saca la puta madre, me hace el abrazo del oso y me recontra caga -  Salte sobre él, con toda mi humanidad, metiéndole otro combo desde los aires y empujándolo con el impulso. El gordo trastabillo esta vez, a medio paso del fin del estrado. Le di un empujoncito, se zarandeo en el aire y cayó como un costal de papas al suelo. Su nuca y cabeza dieron violentamente contra la pared.

No había terminado de caer y, ya estaba saltando sobre él desde los aires, mismo Shaolin. El cobarde, gimoteaba algo como ya ya, ya no ya no, porfavor porfavor….

Puta que ahí si me entro una furia homicida. Mi cerebro se calentó, pensaba - rosquete de mierda cabro conchatumadre -, vi sus ojos antes arrogantes y matonescos, suplicándome piedad. Era una visión lamentable. En ese momento, el diablo hablo fuerte a mi oído, me dijo que le metiera un suelazo, que le pateara la nariz y los dientes, que lo reventara.

Pero no lo hice. Fue un momento de lucidez o de bondad o de razón o era que regreso el sonido en forma de reggae, o no se que chucha, pero solo le dí una patada en la frente. Medida. Para asegurarlo nomas.

El tipo yacía en el suelo, con conmoción cerebral me imagino, porque a mí se me rompió el cuero del zapato. Pero no se había desmayado, debía ir con tanta cocaína en el cerebro que no sentía nada, estaba recontra duro. De una mesa, agarre una botella de cerveza de litro y medio para rematarlo, pero ya me rodeaba una pequeña multitud de hombres y mujeres, gritando - no compadre no compadre no hagas eso no hagas eso – Empecé a volver en mi. Vi sangre, mucha sangre. Mire con atención como me chorreaba la sangre por el brazo, mi sangre, los dedos cortados, la mano mal herida. Llegaron los guachimanes, se llevaron al gordo medio noqueado, creo que también les pedía perdón a ellos, ya no recuerdo bien, me preocupaba mi sangrado.

Fui a la barra, me lave las manos, las heridas abiertas. Me echaron ron de quemar, luego envolvieron mi mano con un trapo sucio, y me pusieron una venda en el dedo gordo. Los otros dedos los tapone con papel higiénico que llevaba en mi bolsillo. Tenía que ir a emergencias, a que me desinfectaran y cosieran, pero eran las tres de la mañana, estaba borracho y drogado a tope, y las calles del Centro estaban llenas de forajidos, así que opte por seguir bebiendo y fumando.

Como a las seis de la mañana, Cindy me llevo a su casa que quedaba cerca, los cortes ya me empezaron a doler, además, me preocupaba el dedo envuelto con papel, que se había pegado, y el otro dedo que me dolía, además no coagulaba y temía una infección. Hacía frío y era una mañana gris, fea como solo puede ser una mañana gris de Lima, además estando borracho y adolorido.

Calenté agua, le eche sal y metí la mano. Puta que dolió como mierda, grite, casi me desmayo. El papel salió parcialmente, pero adentro del dedo medio, se veía que el coagulo había tomado a un pedazo negro de papel como material de aporte. Me tire a descansar en un sofá, y de repente me sentí morir, me desvanecía, gateando quise llegar a la cocina, pero caí a medio camino. Desde el suelo pedía ayuda con lo que me quedaba de voz, felizmente Cindy escuchó, salió de su cuarto algo de mala gana, me dio agua con azúcar, eso me calmo, también me pidió que la dejara dormir, que no jodiera, que si me moría lo hiciera en silencio.


Miraba mis dedos morados e hinchados como camotes, sanguinolentos y sancochados por la sal; mantenía la mano en alto para que coagularan los cortes, casi me había cercenado dos dedos. Cuántos días estaré sin poder trabajar? Pensaba preocupado - porque chucha tenía que andar metiéndome siempre en problemas, como un vago más, toda la puta vida la misma historia -. Poco a poco un sopor profundo me absorbía, me resistía, pero los parpados pesaban, me quemaban los ojos. Casi a punto de dormir, creí ver o soñé a un chino calvo, viejo y ciego, vestido con una túnica de color azafrán, que me dijo - la volviste a cagar pequeño saltamontes, la volviste a cagar - Luego me desmaye.

(Palma, noviembre 2015)

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