Otro elemento importante del ayahuasca, es su uso cultural, su
protocolo de uso, el cual es conocido y manejado por el médico tradicional. Dentro de este protocolo, es imposible
separar a la planta del médico. Se ha querido (y quiere) sintetizar los
principios activos químicos del ayahuasca, para encapsularlo y tratar diversas
dolencias emocionales y psíquicas, para las cuales la ciencia occidental
demuestra ser tremendamente ineficaz, salvo como paliativo.
Sin embargo, para el proceso curativo, el médico
tradicional o chaman como se llama modernamente (siendo un termino de origen
siberiano, no amazónico), tiene una medular importancia, a través de los cantos
medicinales llamados icaros que, actúan directamente en cada sesión a manera de
guía, y ordenamiento energético. Estos icaros, son propios de cada médico, y le
son transmitidos directamente por la planta (por su espíritu).
Dentro de la cosmovisión amazónica, cada planta, cada
palo tiene un espíritu y una personalidad, que es usada luego para tratar
diversas dolencias o situaciones difíciles en la vida cotidiana (por ejemplo entre
los ashaninkas, es común dietar ciertas plantas que le permitirán ser efectivos
en la caza). La preparación del médico se da a través de la ingesta de
preparados de diversas especies vegetales, acompañado de rigurosas dietas que
muchas veces incluyen aislamiento y que, de acuerdo a su protocolo, pueden
durar de pocos días a meses. El aprendizaje del médico vegetalista se da a
través de estos palos, que le van otorgando diversos poderes curativos o de
protección. Por lo que son llamados también los médicos, o las ayudas. El
aprendizaje de un medico llega a durar toda una vida.
En los shipibos se les denomina omayas, a estos médicos, existiendo también ayahuasqueros que
trabajan para causar daño a personas, mezclando saberes de manejo de las
plantas con prácticas de brujería, por lo cual son muy temidos u odiados, tanto
en las comunidades nativas como en las ciudades amazónicas.
El médico tradicional, es un depositario de una
tradición cultural impresionante, y de un poder curativo que, de acuerdo a su
efectividad, amplia su popularidad y renombre. Son científicos prácticos,
dominan el oficio de la curación espiritual o energética, pero no son místicos
(en general), no son derviches o santones como en las religiones orientales, sino
seres humanos con apetencias y desviaciones diversas, siendo como todos,
tentados por los excesos que traen la fama y/o el dinero. Así, pueden caer en
abuso del alcohol, o en promiscuidad, con relativa facilidad. Un maestro que
cae en los excesos del hedonismo, disminuye su capacidad de curar, ya que no
respeta la dieta y se arriesga a contraer problemas de salud.
Existieron en el pasado, una élite de médicos denominados morayas o murallas, los cuales al parecer orientaban sus vidas a lo místico. Se dice de ellos que eran capaces de levitar a vista del resto de la gente, incluso se contaba la historia de un muralla en el Alto Ucayali, al cual incrédulos de un pueblo le amarraron la pierna al parante de una maloca, para desenmascarar el supuesto truco, y ocasiono que en la noche volaron el médico y la cabaña. Se dice que ya no hay, que eran muy fáciles de ser atacados por los maleros, ya que casi no mantenían su forma física sino que paraban en el aire, y allí se juntaban varios brujos y les daban muerte con sus hechicerías.
Eusebio Marin, el papashuco, era un médico reconocido
del Alto Ucayali, de la comunidad de Aguaipa. Un hombre práctico que cruzaba de
un lado a otro el caudaloso Río Ucayali, dotado solamente de una piragua y un
remo de madera a sus 70 y pico de años. En sus ceremonias pasaban cosas
maravillosas, sus icaros eran estremecedores, tenían un sonido que venía del
pasado, de épocas antiguas, remotas, almacenadas como en una biblioteca vital
en las entrañas de los bosques amazónicos.
Flaco y espigado, tenía la deformación craneana shipiba
coniba, con la frente alargada y tirada para atrás. Era usual verlo sentado con
la mirada profundamente volcada hacia adentro, a sus pensamientos, y un
cashimbo en la boca emanando el humo dulzón del tabaco. En sus ceremonias
bajaban los incas. Le pregunte quienes eran, el me decía que eran los médicos,
las ayudas, que le explicaban la causa de la dolencia de cada paciente y que
remedio aplicar.
Una vez, a una chica que había sufrido violación y había
quedado como tullida, la trato estando Yo presente. Esa vez vi a tres o cuatro
sombras detrás y al costado del papashuco, mis ojos no daban crédito a lo que
veía en la penumbra, luego, cuando mire a la chica que estaba tendida en el
centro de la sala, su cuerpo fue transformándose en hojas carnosas y flores de
colores verde y rojo, pronto todo el piso que la circundaba fue teniendo la
misma transformación, luego las paredes del cuarto, el techo, mi brazo, las
demás personas que estaban reunidas, mi cuerpo entero, mi corazón floreciendo. Fue
tanta la sensación de dicha que tuve que tirarme boca arriba, a respirar
profundamente, era tanto el oxígeno que tenía que abrir la boca para que
entrara a mí, puro prana. En dos sesiones más curo a la chica. Pasaron cosas
grandiosas que me abstendré de contar, en esas otras ceremonias, donde al final
esta mujer maltratada volvió a sonreír y a usar su cuerpo de manera normal,
deshaciendo lo contrahecho que habían causado la agresión y la maldad.
El viejo tenía desde hace décadas relación con los incas
y nunca había viajado al Cusco. Era pobre. Además había fundado dos comunidades
nativas una en el Alto Ucayali, otra en el Bajo Ucayali por Contamana. En cada
comunidad tenía una vieja, se turnaba en el año tiempo con cada una, y lo que
ganaba en la ciudad, las pocas veces que bajaba a Lima, era para conseguir
regalos a alguna de ellas. La última vez que lo vi, regresaba a Aguaipa con un
batería para el generador de su vieja del Alto Ucayali.
Lo llevamos al Cusco, donde un grupo de loquitos en
Ollantaytambo, supuestamente se habían comprometido a organizar tomas, al final
querían tomar ayahuasca gratis, como si el viejo no comiera, no se vistiera. Lo
terminaron abandonando y hubo que viajar en misión de rescate para traerlo de
vuelta a Lima y luego a Pucallpa.
Sin embargo si alcanzaron a llevarlo a los sitios de
poder de los incas, a Moray por ejemplo. El viejo estaba muy contento de haber
visitado a la tierra del inca. Una mañana en Yanahuara donde estaba hospedado,
tomo ayahuasca solo, el podía tomar de día si quería. Al rato se dio cuenta que
los apus lo miraban, luego cuchicheaban entre ellos, se movían desde sus tronos
de piedra, uno de ellos se agacho y lo miro a los ojos, ¿Quién eres tú? le pregunto. Yo,
soy un shipibito del alto Ucayali nomas… - ¿y qué quieres acá? - Yo solo
quería conocer la tierra del inca… -ummm,
luego regreso donde los demás apus, - dice que es shipibo del Alto Ucayali…ah ya ah ya dijeron y lo dejaron
tranquilo.
Los médicos se dedican a eso, a curar, es su
especialización. El hecho que no cuenten con un título universitario no quita
que su aprendizaje sea largo y complicado. Mientras más dietas más
conocimiento, dietas que implican abandono del hogar, internación en el monte,
dejar de percibir dinero durante semanas o meses. ¿Qué dietan?, varias cosas de
acuerdo al palo con el que estén trabajando: Prescinden de la sal, carnes
rojas, frituras, ciertos pescados, picantes, alcohol y por supuesto mujer. El
sexo es contraproducente con la dieta, esa es una de las razones principales
por la que el médico o el aprendiz deben internarse solos en el monte.
Toda vez que esa es su especialidad, deben cobrar por
ello, ¿Cuánto? eso lo decide el mercado. Si se dedican a curar pacientes de su
entorno comunal, cobraran lo mínimo, muchas veces en especies, una gallina,
leña, un saco de yuca, lo que buenamente pueda costear el paciente. Si trabajan
en la ciudad, el costo dependerá de la tarea a realizar y de la capacidad
económica del círculo donde acceda. Lo
que no puede pasar es que trabajen gratis. Algo tan básico, es poco
entendido por la confusión de mucha gente que, piensa que por también ser una
experiencia espiritual no debe ser retribuida económicamente.
Hay que precisar que, en primer lugar es una experiencia de salud, que va enlazada muchas
veces con acceder a un nivel de conocimiento y claridad (a veces no), que
además pueda derivar en un experiencia espiritual mejor, pero eso es porque, también allí, afloran los múltiples misterios de
que se compone la vida. El médico tiene que comer y mantener a una familia, por
lo que su labor debe ser retribuida. Para
tomar cerveza si tienes plata, para pagar la cuenta no tienes plata, decía la
canción paga la cuenta sinvergüenza que sonaba en los setentas, por la misma época
de la canción de la chola caderona. Algo similar se da muchas veces en el mundo
ayahuasquero.
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